Sunday, October 15, 2023

Veintisiete

 Tres pasos adelante. Always ahead. 

Cuenta las palabras, los puntos y las comas también. 

El piso descalzo, siempre frío. 

El anonimato lleva consigo un nivel de soledad que casi nadie soporta. 

Siento que perdí mucho pero me gané a mí. 


Saturday, November 21, 2020

...

 A veces me dan ganas de arrancarme el alma y exprimir palabras como si la sangre fuera tinta. Esta noche es una de esas veces. Supongo que no tiene sentido, pero el punto el soltarlo todo, ¿no? 


¿Qué pasó con Ilián?

 Es la segunda vez que me dan ganas de escribir estando aquí: en el nuevo hogar. Sé que podría publicar lo que siento en algún lugar más concurrido, pero mis redes sociales son un espejo raro. No me gusta que la gente sepa de mí, mientras más anónimo, mejor. No sé qué pasó con las ganas de ser popular y reconocida por todos lados, con los sueños de que algún día, mi nombre, significara "algo". Supongo que con el tiempo aprendí que no necesito el reconocimiento de nadie más que el mío para sentirme bien. Aunque para ser honesta, el anonimato lleva consigo cierta soledad que no cualquiera soporta. He visto a las mentes más maravillosas de mi generación caer en el círculo vicioso de querer ser alguien y hacer algo que marque tanto sus vidas como las de los demás. Creo que yo fui parte de eso, aunque hoy en día ya no me considero "una de las mentes más maravillosas de mi generación". ¿Qué pasó con Ilián? Aquí estoy, en el nuevo hogar, que por todos lados lleva mi nombre, mi esencia, mi firma. El contrato lleva mi apellido y con eso para mí basta, al menos por ahora. Todo este tiempo había creído que alguien como yo no merecía este tipo de cosas; pasé años enteros soñando con tener tan siquiera un pedacito de lo que tengo hoy. Y es curioso porque no me dan ganas de gritarle al mundo mis logros, no es que me avergüence, pero no veo la necesidad en presumir lo que mucho me ha costado. Tal vez, aquí, mientras escribo, se lea ese orgullo que siento al poder llamar un hogar "mío", que aunque lo comparto, un tercio de este espacio me pertenece y no tengo palabras para poder explicar lo increíble que se siente haber carecido libertad y ahora gozarla. Estoy aquí, con la música a todo volumen, las cortinas abiertas y vista al balcón, debajo de mis cobijas y con la pijama que me regaló el abuelo: color rosa y llena de corazones. Así de ridícula pero encantadora. Y me gusta, porque aunque para muchos no lo es todo, para mí, ahora, lo es. Y las ganas de llorar mientras escribo esto son enormes, porque de verdad logré algo, y por cómo mi vida tornó, jamás creí poder tener nada. Es curioso, me siento diferente, la vida es otra y se ve bien.