Monday, March 17, 2014

No tengo manos de escritor

Con ayuda de mi persona favorita...

"No tienes manos de escritor". -Dijo mi padre.

Tus manos no son largas, ni suaves, ni delgadas. 
¿Cómo esperas que tus letras sean delicadas si tus armas son todo lo contrario?
Tus manos son gruesas, magras, ásperas.
No hay espacio para plumas.
Mucho menos para tinta.
Te vales de la mera inspiración nocturna.
No tienes talento.
Sus palabras bombardearon mi apenas instalado campo de batalla, tomando por sorpresa a mis letras cansadas. Pero ellas eran fuertes.
Años llevaban ya en guerra con muchos otros adversarios, así que no desertarían fácilmente. 
Respondieron al ataque con lo primero que tuvieron a su alcance. 
Los sueños, como primera línea de defensa.
Los ideales irían después, seguidos por una flota de esperanza.
Y al final, la inspiración.
Esa aliada nocturna subestimada por los 'realistas'.
Asesinos de sueños.
No estábamos indefensos.
A diferencia de ellos, nunca lo hemos estado. 
Con cada sueño que muere, otro nace de sus cenizas.
Con cada letra que borran, cien más son escritas.
No tengo manos de escritor, jamás las tendré.
Porque un escritor no nace por sus manos, él viene de sus sueños, ideales y esperanzas en tinta y papel.

"No tengo manos de escritor". -Le contesté a mi padre.
Y continué escribiendo.

Wednesday, March 12, 2014

Asesinato de tintas

Era de noche, como de costumbre.
Las palabras sobraban, estaban implícitas en la escena del crimen.
A lo lejos se podían observar un par de libros viejos, olvidados, sin color.
Qué irónico su caso.
Mientras las letras buscaban el camino de regreso, la tinta corrida creaba ilusiones de eternidad en forma de puntos seguidos, en forma de comas, en forma de espacios...
¿Quién habría cometido tal crimen?
¿El escritor?
¿El lector?
¿La luna?
Conforme la velada avanzaba, las suposiciones de la identidad de aquel asesino se reducían a nadie.
Tal vez fue causa natural, o quizá, suicidio.
Nadie quiere opinar ahora.
Los juicios en voz alta no son de mucho agrado para las letras.
Y menos cuando se les conoce como cómplice de algún asesinato.
Era de noche, como de costumbre.
Fue el viento.
Tiró el tintero.