Saturday, November 21, 2020

...

 A veces me dan ganas de arrancarme el alma y exprimir palabras como si la sangre fuera tinta. Esta noche es una de esas veces. Supongo que no tiene sentido, pero el punto el soltarlo todo, ¿no? 


¿Qué pasó con Ilián?

 Es la segunda vez que me dan ganas de escribir estando aquí: en el nuevo hogar. Sé que podría publicar lo que siento en algún lugar más concurrido, pero mis redes sociales son un espejo raro. No me gusta que la gente sepa de mí, mientras más anónimo, mejor. No sé qué pasó con las ganas de ser popular y reconocida por todos lados, con los sueños de que algún día, mi nombre, significara "algo". Supongo que con el tiempo aprendí que no necesito el reconocimiento de nadie más que el mío para sentirme bien. Aunque para ser honesta, el anonimato lleva consigo cierta soledad que no cualquiera soporta. He visto a las mentes más maravillosas de mi generación caer en el círculo vicioso de querer ser alguien y hacer algo que marque tanto sus vidas como las de los demás. Creo que yo fui parte de eso, aunque hoy en día ya no me considero "una de las mentes más maravillosas de mi generación". ¿Qué pasó con Ilián? Aquí estoy, en el nuevo hogar, que por todos lados lleva mi nombre, mi esencia, mi firma. El contrato lleva mi apellido y con eso para mí basta, al menos por ahora. Todo este tiempo había creído que alguien como yo no merecía este tipo de cosas; pasé años enteros soñando con tener tan siquiera un pedacito de lo que tengo hoy. Y es curioso porque no me dan ganas de gritarle al mundo mis logros, no es que me avergüence, pero no veo la necesidad en presumir lo que mucho me ha costado. Tal vez, aquí, mientras escribo, se lea ese orgullo que siento al poder llamar un hogar "mío", que aunque lo comparto, un tercio de este espacio me pertenece y no tengo palabras para poder explicar lo increíble que se siente haber carecido libertad y ahora gozarla. Estoy aquí, con la música a todo volumen, las cortinas abiertas y vista al balcón, debajo de mis cobijas y con la pijama que me regaló el abuelo: color rosa y llena de corazones. Así de ridícula pero encantadora. Y me gusta, porque aunque para muchos no lo es todo, para mí, ahora, lo es. Y las ganas de llorar mientras escribo esto son enormes, porque de verdad logré algo, y por cómo mi vida tornó, jamás creí poder tener nada. Es curioso, me siento diferente, la vida es otra y se ve bien. 

¿Qué es vivir?

 No sé cómo empezar a escribir. Supongo que justo así... dudando. Dudando si alguna vez volveré a tener "talento" o al menos ganas. De hacer, transcender, escribir, vivir... Este año cumplo veinticuatro, no pensé nunca en mí a esta edad. O bueno, al menos no así. Siempre creí que ya habría terminado mi carrera, sabría qué hacer, a dónde ir y cómo. Pensé que estaría escribiendo guiones y creando historias, y no creo estar cerca de eso. No por ahora. Creí que seguiría amando la poesía y la música, el cigarro y el alcohol. Qué risa. Los estereotipos son brutales, me han impuesto tantas metas que solo yo me he obligado a correr. Me gusta recontar mis logros, casi como si esto, -mi vida- fuera una competencia conmigo misma para ver si soy lo que se supone debo ser, pero pensándolo bien, eso me hace cargar una presión que no debería. Dejé terapia, es un lujo que no puedo costear. El dinero se ha vuelto mi prioridad: ganarlo, gastarlo... y según yo invertirlo. ¿En qué? En un hogar, en alimento, tecnología y transporte. Sé que no he pagado por mi educación en un par de años, y me duele, me duele saber que podría estar aprendiendo lo que me gusta, sin embargo, debo confesar que he aprendido otras cosas, ¿a esto se le llama ser adulto? ¿qué es vivir, pues? Tengo bastantes preguntas.