Tuesday, September 30, 2014

Dedicatorias

Al mar se le dedica el cielo,

al cielo la luna,

a la luna la noche,

a la noche el insomnio,

y al insomnio las letras.

A las letras se les dedica la tinta,

a la tinta... a la tinta el recuerdo,

al recuerdo tu nombre.

A tu nombre se le dedica el pasado,

al pasado el presente,

al presente la vida,

y a la vida el futuro.

Al futuro se le dedica la duda,

a la duda la certeza,

a la certeza el peligro,

al peligro la esencia,

a la esencia el miedo,

y al miedo el amor.

Al amor se le dedica el silencio,

en voz alta y bien claro,

para que nadie lo escuche.

Saturday, September 6, 2014

Por ejemplo

Perder para ganar.
Quién sabe lo que la vida nos tiene escrito a todos.
Y qué pereza quererlo saber.
Arruinar el transcurso de la eternidad temporal por nuestra propia cuenta.
He aprendido bastante.
Ya saben, del destino y todo eso.
Es bien cierto aquello que dicen sobre no saber el valor de las cosas hasta perderlas.
Es más que bien cierto.
No sabes el valor de lo que tienes hasta que te ves en la necesidad de, literalmente, pelear por ello.
Escalar sin protección alguna la montaña de la vida.
Peligroso, muy peligroso.
Aún tengo bastantes preguntas, pero no quiero apresurarme a que me sean contestadas.
Quiero que todo venga poco a poco.
En los últimos meses, mi rutina ha sido asesinada brutalmente.
Sin una gota de compasión.
Ni una sola.
Los días eran contados para que el infierno, lo más oscuro y profundo de él, terminara.
Las cuentas regresivas eran algo común y corriente.
Y de pronto, en uno de esos días en los que, el sol decide brillar más de lo normal, o bueno, tu cerebro decide notarlo, el infierno ya no parece tan oscuro como antes.
La vida se compadece un poco y te da motivos para sonreír.
Vagos y sencillos motivos, pero te hacen sonreír.
Qué curioso que el tiempo de pronto decida congelarse y demostrarte por lo que vale la pena sufrir.
Qué irónico que así aprendamos que la felicidad sí existe; sufriendo.
Hace un par de semanas que dejé de escribir con dedicatoria.
De nuevo ya no hay nadie rogándome que sea parte de su historia.
Y creo que está bien.
Algún día tendría que inventar la mía, ¿no?
Robarme detalles de otros nunca iba a funcionar para siempre, ni ellos duraron tanto.
A veces las eternidades duran muy poquito, y uno cree que después de eso no sigue nada, pero luego te das cuenta que todo es relativo, y que no es debido pensar a futuro cuando ni siquiera sabes qué pedo con el presente.
Ya no escribo para leerme bien, ¿saben? Quiero decir algo, lo entinto. Así de fácil.
Esta terquedad de querer crear historias basándote en algo ya existente es mera basura.
La vida empieza a emocionarme.
Saber que soy la que manda aquí y allá.
La que habla o silencia, pero que nunca se retracta.
Mi estado de ánimo depende, sencillamente, de mí.
Y, aunque suene lógico, típico y repetitivo, llegar a esta conclusión me costó bastante.
Aprender a dejar ir recuerdos, personas, y situaciones que simplemente no cabían en mis manos e hicieron un desastre por todos los alrededores de mi vida, ha sido uno de los pocos logros de los cuales me han hecho sentir orgullosa de mí misma.
Aún no tengo el carácter suficiente para poder llegar a ser lo que quiero, pero estoy contruyéndolo.
Y, definitivamente, no dejaré que nadie se interponga en ello.
Yo no quiero que mi nombre se olvide, yo no quiero que se lo lleve el viento nada más.
Yo quiero dejar pedacitos de mí entintados en el alma de los que me puedan llegar a leer.
Quiero que mi nombre haga eco en las historias empolvadas de los que tienen miedo.
Y que de ahí, surjan nuevas cosas.
Como esto, por ejemplo.