Saturday, September 6, 2014

Por ejemplo

Perder para ganar.
Quién sabe lo que la vida nos tiene escrito a todos.
Y qué pereza quererlo saber.
Arruinar el transcurso de la eternidad temporal por nuestra propia cuenta.
He aprendido bastante.
Ya saben, del destino y todo eso.
Es bien cierto aquello que dicen sobre no saber el valor de las cosas hasta perderlas.
Es más que bien cierto.
No sabes el valor de lo que tienes hasta que te ves en la necesidad de, literalmente, pelear por ello.
Escalar sin protección alguna la montaña de la vida.
Peligroso, muy peligroso.
Aún tengo bastantes preguntas, pero no quiero apresurarme a que me sean contestadas.
Quiero que todo venga poco a poco.
En los últimos meses, mi rutina ha sido asesinada brutalmente.
Sin una gota de compasión.
Ni una sola.
Los días eran contados para que el infierno, lo más oscuro y profundo de él, terminara.
Las cuentas regresivas eran algo común y corriente.
Y de pronto, en uno de esos días en los que, el sol decide brillar más de lo normal, o bueno, tu cerebro decide notarlo, el infierno ya no parece tan oscuro como antes.
La vida se compadece un poco y te da motivos para sonreír.
Vagos y sencillos motivos, pero te hacen sonreír.
Qué curioso que el tiempo de pronto decida congelarse y demostrarte por lo que vale la pena sufrir.
Qué irónico que así aprendamos que la felicidad sí existe; sufriendo.
Hace un par de semanas que dejé de escribir con dedicatoria.
De nuevo ya no hay nadie rogándome que sea parte de su historia.
Y creo que está bien.
Algún día tendría que inventar la mía, ¿no?
Robarme detalles de otros nunca iba a funcionar para siempre, ni ellos duraron tanto.
A veces las eternidades duran muy poquito, y uno cree que después de eso no sigue nada, pero luego te das cuenta que todo es relativo, y que no es debido pensar a futuro cuando ni siquiera sabes qué pedo con el presente.
Ya no escribo para leerme bien, ¿saben? Quiero decir algo, lo entinto. Así de fácil.
Esta terquedad de querer crear historias basándote en algo ya existente es mera basura.
La vida empieza a emocionarme.
Saber que soy la que manda aquí y allá.
La que habla o silencia, pero que nunca se retracta.
Mi estado de ánimo depende, sencillamente, de mí.
Y, aunque suene lógico, típico y repetitivo, llegar a esta conclusión me costó bastante.
Aprender a dejar ir recuerdos, personas, y situaciones que simplemente no cabían en mis manos e hicieron un desastre por todos los alrededores de mi vida, ha sido uno de los pocos logros de los cuales me han hecho sentir orgullosa de mí misma.
Aún no tengo el carácter suficiente para poder llegar a ser lo que quiero, pero estoy contruyéndolo.
Y, definitivamente, no dejaré que nadie se interponga en ello.
Yo no quiero que mi nombre se olvide, yo no quiero que se lo lleve el viento nada más.
Yo quiero dejar pedacitos de mí entintados en el alma de los que me puedan llegar a leer.
Quiero que mi nombre haga eco en las historias empolvadas de los que tienen miedo.
Y que de ahí, surjan nuevas cosas.
Como esto, por ejemplo.

2 comments:

  1. Hola, tu ensayo me ha parecido interesante, las ideas que plasmas en él son en verdad llamativas, sin embargo, si se me permite preguntar, ¿por qué esa necesidad de marcar la vida de otros?

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  2. ¡Mil años después! Lo siento, acabo de ver el comentario :( ¿Por dónde empezar? Desde que tengo memoria la vida me la han pintado de una manera en específico. Todos me dicen qué hacer y al parecer todos saben el camino que debo seguir; bajo perfil, vida promedio. Siento que, como todos alguna vez en su vida creyeron, tengo un propósito de estar aquí. Me niego a creer que sólo vine al mundo a formar parte de una sociedad que eventualmente va a desaparecer. Como individuo, quiero dejar mi huella en la vida de los demás porque quiero ser eterna. Quiero que mis letras representen todo lo que soy y lo que voy a ser aún cuando ya no esté presente. Quiero saber que alguien me leyó, y se identificó con lo que sentí. Quiero saber no soy la única.

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